lunes, 2 de agosto de 2010

Un paradigma psicoanálitico

Más que cualquier otra rama de la medicina o la psicología, el psicoanálisis se ocupa del estudio de la vida emocional y de las relaciones humanas. Sin embargo, en el curso de la evolución del pensamiento psicoanálitico, la importancia primordial de las relaciones primarias de apego fue eclipsada por teorías que ponían la sexualidad y la hipotética pulsión de muerte como el centro de la motivación humana. Es verdad que un número significativo de psicoanalistas descarta la noción de pulsión de muerte, y de hecho resaltan la importancia de los vínculos y las relaciones, sobre todo en el desarrollo temprano. Pero ninguno de ellos se planteó revisar sus supuestos básicos sobre las motivaciones humanas antes de continuar teorizando. Esta omisión resultó en una cierta ambigüedad, ya que la necesidad humana de encontrar seguridad en relaciones específicas todavía se explicaba desde el punto de vista de la alimentación o de la sexualidad. Aunque la alimentación y la sexualidad jueguen una parte importante en la vida psicosocial, no pueden dar cuenta del hecho de que los sucesos y emociones relacionados con el apego juegan un rol tan importante en la conducta humana y en el desarrollo temprano.

En virtualmente todos los seres humanos se pueden observar relaciones íntimas y duraderas y se consideran comúnmente como una parte integral de la naturaleza humana. Más aún: 1) las emociones más fuertes, asociadas al júbilo o al dolor, emergen en el curso de sucesos relacionados con el apego; 2) la calidad y las vicisitudes de las relaciones tempranas son determinantes en el desarrollo de la personalidad y de la salud mental; y 3) el modo en que las personas interpretan y manejan las relaciones está basado en experiencias de relaciones previas.

Si el apego se reconoce como una fuerza motivacional primaria con su propia dinámica, será más fácil entender las consecuencias complejas y trascendentales de las relaciones de apego (particularmente en sus implicaciones para el desarrollo evolutivo y para la clínica) sólo puede realizarse haciendo extrapolaciones desde conceptos teóricos menos apropiados. Bowlby deseaba desarrollar un paradigma psicoanalítico que permitiese establecer una mejor conexión entre el fenómeno observable y la explicación conceptual.

Hasta la mitad de 1950 sólo había prevalecido una opinión explícitamente formulada acerca de la naturaleza y el origen de los lazos afectivos. Sobre esta cuestión estaban de acuerdo los psicoanalistas y los teóricos del aprendizaje. Se suponía que los vínculos interpersonales se desarrollan porque el individuo descubre que necesita a otro ser humano con el objeto de satisfacer ciertos impulsos, por ejemplo la necesidad de ser alimentado en la niñez y el sexo en la vida adulta. Este tipo de teorías postulaba dos clases de impulsos: primarios y secundarios.

Es cierto que otras teorías postularon una primitiva relación de objeto desde el comienzo. Por ejemplo, desde el punto de vista kleiniano, el pecho materno era considerado como el primer objeto y se ponía el mayor énfasis -desde el punto de vista del desarrollo temprano- en la alimentación y en la oralidad. Más aún, se le daba una importancia extraordinaria a la pulsión de muerte, siendo vista ésta como una fuente primitiva de envidia, proyección y de tempranas distorsiones perceptivas del otro significativo. En este contexto, la mayoría de los procesos psicológicos eran vistos como autógenos (provenientes del interior del individuo) y la vida interpersonal, en lugar de tener su propio papel inherente, se entendía como un epifenómeno de procesos psíquicos generados internamente.

Bowlby pensó que existía suficiente evidencia clínica y empírica para formular una nueva teoría. El marco conceptual resultante podría fácilmente contener todos los fenómenos que Freud destacó, como por ejemplo las relaciones afectivas, la ansiedad de separación, el duelo, los sentimientos de defensa, la ira, la culpa, la depresión, el trauma, el distanciamiento emocional, los períodos sensibles de la vida temprana, etc.

En el capítulo 1 de El vínculo afectivo (1969), Bowlby trató de ubicar la teoría del apego en el contexto de una metapsicología psicoanalítica (metapsicología es un término utilizado por Freud para referirse a un núcleo de formulaciones conceptuales que clarifiquen y definan los supuestos teóricos en los que se basa el psicoanálisis). Aquí Bowlby clasificó los conceptos que constituyen la teoría del apego en concordancia con Rapaport (1960). Los cinco puntos de vista y los tipos de postulados que cada uno requiere son los siguientes:

- Dinámico:punto de vista que formula postulados relativos a las fuerzas psíquicas involucradas en determinado fenómeno.

- Económico: formula postulados relativos a la energía psíquica involucrada en el fenómeno.

- Estructural: formula postulados relativos a las configuraciones (estructuras) psíquicas estables comprendidas en el fenómeno.

- Genético: formula postulados relativos al origen psíquico y desarrollo de un fenómeno.

- Adaptativo: formula postulados concernientes a la relación entre el fenómeno y el ambiente en que se produce.

Bowlby afirmó claramente que no tenía dificultad en aceptar los puntos de vista estructural, genético y adaptativo. Postulados de esa índole se encuentran a lo largo de su obra. Sin embargo, no adoptó los puntos de vista dinámico y económico y prescindía de cualquier concepto relacionado con estos postulados.

En ese sentido, su intención era postular un nuevo concepto de conducta pulsional dentro de la cual la necesidad de formar y mantener relaciones de apego es primaria y se diferencia de la necesidad de alimentación y de la necesidad sexual; y adoptar una teoría de sistemas de control o de modelo cibernético que permitía entender la organización psíquica, como el que utiliza la biología moderna.

Como explica Hamilton (1985), todos los estudios de la conducta humana (excepto aquellos basados en las más extremas teorías del aprendizaje y el condicionamiento) postulan ciertas pautas de conducta básicas que se describen como instinto. A pesar de que existe un desacuerdo sobre la naturaleza de esas pautas básicas de conducta, los autores concuerdan en que el término instinto se refiere a aquellos comportamientos comunes a los miembros de una especie y que son en mayor o en menor medida ajenos a las influencias ambientales.

En psicoanálisis el concepto de instinto se deriva de la traducción que hizo Strachey del trieb de Freud. Algunos psicoanalistas consideraron el término pulsión como una mejor traducción de la palabra alemana trieb, que es diferente de instink. Freud mismo usaba el término instinkt de una manera bastante selectiva, refiriéndose más a una actividad determinada con precisión. Usaba trieb, por otro lado, para designar una necesidad emergente de algo indiferenciado. De este modo, como señala acertadamente Victoria Hamilton, los problemas de traducción han provocado la confusión que existe sobre cuál es la opinión psicoanalítica acerca de las pulsiones y acerca de las conductas y las emociones a las que supuestamente dan origen.

En su primera formulación, que propuso en 1905 en sus Tres ensayos sobre una teoría sexual, Freud reconoció y contrapuso las pulsiones sexuales a las pulsiones de autoconservación. En ese enfoque las primeras representan los intereses de la especie, mientras las segundas representan al conjunto de necesidades ligadas a las funciones corporales indispensables para la conservación de la vida, cuya función es resguardar los intereses del individuo.

La energía propia de las pulsiones sexuales se denomina libido. Desde la óptica freudiana, la libido es la energía de la pulsión sexual. Poco a poco Freud y otros psicoanalistas ampliaron el significado de la palabra libido, aplicándolo no sólo al ámbito sexual, sino también a la energía productiva y vital de todo ser humano (incluyendo lo que nos motiva a establecer vínculos de apego con otras personas).

A partir de 1910, Freud introduce la noción de pulsión del Yo, igualándola a la hasta entonces denominada pulsión de autoconservación. La pulsión del yo adquiere la doble función de autoconservación del individuo y agente de la represión, cuya energía se sitúa al servicio del Yo en el conflicto defensivo. El Yo es entendido en este momento por Freud de dos modos diferentes. En la primera acepción es sinónimo de sujeto o persona total, mientras en la segunda representa a un conjunto poderoso de funciones adaptativas.

Por último, en 1920, Más allá del principio del placer, Freud crea un nuevo dualismo pulsional: pulsión de vida y pulsión de muerte, también denominados Eros y Tánatos. Como ya sabemos, el concepto de pulsión de muerte ha sido aceptado por muchos, particularmente por el movimiento kleiniano, mientras que ha sido rechazado por otros.

Como plantea Manuel Esbert (comunicación personal), pulsión se debería aplicar con exclusividad a los seres humanos, como la única especie que no tiene su institividad cerrada y predeterminada (la pulsión carece de objeto predeterminado). De los animales se dice que tienen instintos, de los humanos hay analistas que hablan de instintos (la así llamada escuela inglesa, sobre todo) mientras que otros analistas sostienen que los seres humanos carecen propiamente de instintos, pues al estar necesariamente procesados por la palabra y el inconsciente, hay que hablar de pulsiones, ese concepto límite entre los ámbitos biológico y psíquico que denota que la instintividad humana es inaccesible en estado puro y siempre es procesada desde el lenguaje y la cultura.

Al igual que Freud, Bowlby definió el concepto de pulsión con precisión, tomando su definición de la biología moderna. Es una pauta de conducta observable, que sigue un modelo igualmente reconocible y predecible en casi todos los miembros de una especie (o en todos los miembros de un mismo sexo). Es activado por condiciones específicas y concluido por otras. Comprende una secuencia que generalmente tiene un curso predecible. Tiene una función fundamental al contribuir a la preservación del individuo y a la continuidad de la especie. Tiende a desarrollarse sin los recursos del aprendizaje. Más aún, este modelo de pulsión tiene una cualidad adaptativa. Esto significa que deja abierta la posibilidad de que una pulsión, al tener fuertes componentes adpatativos, pueda estar en interacción mutua con factores ambientales.

La idea de que el apego es una forma de conducta pulsional cumple los siguientes requisitos conceptuales:

- La conducta de apego sigue un modelo reconcocible y un curso predecible en todos los seres humanos. La conducta de apego se activa usualmente por condiciones específicas y es concluida por otras. Por ejemplo, la conducta de apego en un niño se activa inmediatamente por la aparición de algo extraño, por la separación brusca de la figura de apego, por la obscuridad repentina, por un ruido intenso, etc., y por determinadas condiciones internas como pueden ser fatiga, hambre, enfermedad y dolor. La conducta de apego tiene una función para la supervivencia: el individuo tiene mayor posibilidad de sobrevivir en condiciones adversas si es asistido por otro ser humano, especialmente si el último es más fuerte, más sabio y más capaz de arreglárselas con el mundo (como ocurre con el niño en relación con sus padres). La conducta de apego, debido a su naturaleza adaptativa, solo puede funcionar de forma efectiva dentro de un sistema social y a su vez forma parte de él.

- Otra característica de los patrones pulsionales es que están generalmente relacionados entre sí, de modo que la coordinación tiene como resultado una forma de comportamiento. Este es el caso, por ejemplo, del sexo y el apego, que pueden ir juntos y en una coordinación mutua.

El desarrollo que Bowlby hace de una teoría pulsional tiene como un importante marco de referencia la teoría del aferramiento al objeto primario, que propone que existe una necesidad constitucional de tocar y aferrarse a un ser humano y que esta necesidad es tan importante como las necesidades de alimentación y calor. Michael Balint (Hamilton 1985). Bowlby (1958) hizo un listado de cinco respuestas que tienen en la infancia la función de: a) unir al niño con su madre y b) contribuir a la dinámica recíproca de unir a la madre con el niño: chupeteo, conducta de aferramiento, seguimiento, llanto y sonrisa.

El modelo de Bowlby difiere del modelo de Freud en tres aspectos:

- En el modelo de Freud el apego es secundario con respecto a las gratificaciones oral y libidinal. En el modelo de Bowlby el apego es primario y tiene un status propio.

- En el modelo de Freud el niño se halla en un estado de narcisismo primario, cerrado con respecto a los estímulos del mundo externo como un pájaro en su huevo (Freud, 1911). En el modelo de Bowlby el individuo está activamente comprometido desde el principio en un contexto intersubjetivo que requiere de respuestas recíprocas.

- En el modelo de Freud la conducta pulsional es activada por una carga de energía que, una vez incrementada hasta cierto nivel, necesita descargarse. En el modelo de Bowlby la conducta pulsional es activada tanto por condiciones internas como externas cuando la función que cumple es requerida.

1 comentario:

  1. Ooooh, sorpresa! Pero qué chivato que es el feisbuk ;)
    ¡¡¡Blogosfera recibe nueva bloguera!!! Qué sano esto de tener un blog y esparcirse una en lo que le apetezca, oye.
    Que sepas que aunque aún no he leído todo, pero tiene una pinta impresionante. ¡Ánimo!

    Un besote

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